Un pequeño golpe olvidado

Década de 1980. Mi infancia transcurrió durante la mayor parte de estos años, políticamente tumultuosos y donde imperaban los colores chillones, las ropas holgadas y los pantalones ajustados. Mi mundo se nucleaba sólo a jugar con muñecos de He-Man, soldaditos, pequeños autos de colección, el típico fuerte de "los indios", y principalmente a ver televisión. En cualquier casa a la que iba, quería prender la tele y sentarme casi pegado a ella.
Un domingo del invierno de 1984 fuimos con mamá y papá a la casa de la abuela "Lola", que vivía en Constitución: un caserón de tres plantas, muy a la antigua, con esos pisos de madera que hoy ya no se ven. En ella, vivían mi primo mayor, mi tía y mi tío, junto al nuevo integrante de la familia: el primo bebé.
Este fue el día en que, quizás sin darme cuenta y a consecuencia de un hecho casual, el pensamiento martinpazista comenzó a circular indefectiblemente en mi vida.
Mientras estaba en el living y miraba tranquilo los dibujitos de Mazinger Z, mi primo mayor sigilosamente se fue acercando hacia mi, de a pasos cortitos, sin hacer ruido y con una banquetita de madera celeste en sus manos.
Yo sentí que estaba atrás mío, pero no le presté la debida atención, hasta que mi cabeza dura retumbó entre los parantes de la sillita: me había literalmente partido el mueblecito en mi pequeña cabeza.
-¿Por qué lo hiciste?-,pregunté llorando
-No sé-, fue la lacónica respuesta.
A los cinco segundos mi papá estaba preguntándome qué le había hecho a mi primo. "Nada. Estaba mirando la tele, nada más", contesté. "No puede ser, le tenés que haber hecho algo", replicó. "No, pa, no hice nada", dije y allí, sin pasar a mayores, terminó la escena.
Con el tiempo, la conclusión es que mi primo mayor estaba algo celoso del hermano, y en un lapsus normal de la edad, se la agarró conmigo: lo que se dice cosas de chicos, nada grave.
Fui el chivo expiatorio. Casi un círculo vicioso a partir de ese instante. El martinpazismo comenzó a tomar forma: ese pequeño golpe olvidado iba a ser la piedra fundamental de todo lo demás.