Vacaciones from Hell (Capítulo II)

Febrero de 2008. Lindos días llenos de sol y calor estábamos pasando en la costa marplatense. El auto más conocido como Apu, de a poco nos estaba llevando por lugares donde sin vehículo hay que tomarse colectivo para ir: Santa Clara, el Puerto, la calle Alem, entre otros. La vida útil del querido autito comenzó a mostrar signos de agotamiento antes de llegar al destino citado (ver Vacaciones from Hell, Capítulo I) pero definitivamente mi cuñado se dio cuenta de que algo pasaba durante los primeros días de su estadía.
Una de las más lindas jornadas playeras que tuvimos fue en Santa Clara. Eran las 6.30 de la tarde y decidimos volver. Omar intentó arrancar Apu. Nada. Otra vez. Nada. Una vez más. Nada. Salió en forma repentina del coche, abrió el capot y revisó adentro. Realmente no se entiende qué es lo que hizo, pero con su vista parece que Apu se intimidó, porque luego de esto arrancó. Por suerte pudimos volver a la ciudad.
Al otro día decidimos ir a Miramar. Una ciudad a donde nunca habíamos ido. El viaje tue rtanquilo, la playa estuvo tranquila y el día pasó tranquilo. Como una suerte de maldición continua, al intentar irnos de la playa otra vez, Apu empezó a molestarse. Omar lo quería arrancar. Apu no respondía. Le daba y nada. Le volvía a dar con la llave. Nada. Así siguió hasta que revisó otra vez las entrañas del cochecito: supuestamente la batería se había quedado sin carga. Un hombre que estaba con su familia, gentilmente nos prestó un cable para pasar corriente de su vehículo a Apu y así logramos que encienda y luego pudimos llegar otra vez a Mar del Plata.
Definitvamente Apu no quería saber más nada con una batería vetusta y usada durante muchos años. En el estacionamiento, uno de los empleados nos dio una dirección para comprar una batería. Fuimos alrededor de las 8 de la noche. Estaba casi cerrando. Por suerte la conseguimos y la colocaron. Pensábamos que era la solución. Pero no.
Al otro día, los problemas mecánicos continuaron sin parar. La única forma de arrancar el auto era empujándolo. Si se frenaba se paraba. No había chance de que no ocurriera eso. Entonces cumplimos con las reglas. Rememorando la película "Pequeña Miss Sushine" y su camioneta amarilla, Omar se puso al frente de Apu y mi señora y yo atrás para empujar. Mientras lo hacíamos mi cuñado me llamó, giró levemente su cabeza a la izquierda y sin mirarme a los ojos y en un tono militar dio la orden: "Más fuerte, por favor". Evidentemente Omar creía que yo era He-Man. Finalmente pudo arrancar por última vez en el verano antes de partir para Buenos Aires.
El Modus operandi del encendido, antes de volver a casa, fue el mismo. Mientras ibamos por la Avenida Constitución, Omar frenó para llenar el tanque. Y de nuevo lo empujamos hasta que arrancó. Los problemas seguían. Mientras viajábamos por la Ruta 2, el cambio de la cuarta a la quinta no respondía, y cuando lo hacía, inmediatamente como un robot automatizado Apu rebajaba sólo el cambio. Por lo que la velocidad máxima a la que podía ir era a 90 kilómetros por hora.
-¿Estás seguro que no querés parar en Dolores para cargar más nafta?, le pregunté a Omar.
-No, sino nos agarra un bruto embotellamiento, llegamos bien a Avellaneda, contestó.
Las previsiones más terribles se cumplieron. Al llegar al peaje de Hudson, el auto no tenía casi nada de nafta. La cola de coches se parecía mucho a la retratada por Julio Cortázar en el cuento "Autopista del Sur".
-De última, si no llegamos, nos frenamos a un costado y "alguien" va a ir a buscar nafta con un bidón, lanzó Omar sin siquiera mirarme a los ojos y como una antisolución, ya que las estaciones brillaban por su ausencia.
Logramos avanzar casi hasta la bajada donde estaba el supermercado Auchan. Unos metros antes, una estación de servicio salvadora, nos estaba esperando con las brazos extendidos. Apu sacó la lengua y se quedó sin combustible. Omar puso al coche detrás de la fila y lo fuimos empujando hasta llegar al servidor. Cargamos nafta y, como un deja vu constante, empujamos el auto hasta ponerlo en marcha. Casi atropellamos a un nene que estaba correteando por el lugar.
Logramos llegar a casa.
Nadie podrá sacarle el mote de Vacaciones del infierno a las que pasamos ese verano de 2008. Hasta el último segundo.

3 comentarios:

  1. Sin lugar a dudas la bobina del burro de arranque estaba fallando, ya que al colocar una batería nueva el problema del arranque si fuera por falta de energía debería haberse solucionado. Según tengo entendido, Apu pasó a otro dueño, quien seguramente estará más que feliz con su compra...no te llevará muy lejos, pero destila anécdotas mientras va perdiendo aceite, líquido de frenos y combustible en el camino...

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  2. Muy bueno su comentario señor Klinssman. Es cierto lo que dice de la bobina del burro. Veo que tiene experiencia con autos de esa marca. Ahora me pregunto, ¿Qué estará pensando el señor que compró a Apu en este momento?

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